Laberinto (DXXIV)
Un nudo de pasillos desatado
cuyos extremos se unen en un punto
ignoto, alegoriza en su conjunto
múltiple la salida de los dados
que es imposible. Sin haber(se) entrado
la buscada salida no aparece,
al paso repetido sólo crece
el extravío. Está señalizado
su innumerable mundo de recodos
con lo que el ojo miente a la perdida
mente, que en vano busca diferencias.
El tiempo torna centrífugo al modo
de transitar esas rutas torcidas,
cuando el centro es letal a la conciencia.
(29 de Mayo – 2000)
Decirsiéndose (CCCXXXII)
Vuelvo a escribir mis versos de memoria.
En el papel parezco seguir siendo,
y la poesía que voy releyendo
convierto en estribillos de mi historia.
Mi ser descartesiano, en la lectura
de mi letra en voz alta va existiendo;
yo soy cuando me puedo estar diciendo,
vivo si mi palabra es escritura.
Por eso en mi poema aún no nacido
estoy sin ser, sufriendo como vivo,
queriéndome decir el alma fuera.
Al escribirme soy menos olvido.
Agoto algo de mí cuando me escribo,
tal vez al dejar de decirme, muera
(2 de Agosto – 1999)
Escribir (D)
La mente se sostiene en los hablados
peldaños, y la voz en la escritura
edifica entre el ojo y las figuras
los firmes laberintos que ha pensado.
Debe quedar escrito lo soñado
para atrapar el sueño de otros ojos,
que desconocerán que hubo cerrojos
abiertos a lo que han imaginado.
No hay en el escribir una inocencia.
En el papel rasgado, una hendidura
conduce entre lo real y la apariencia
por un atajo de almas que captura,
a sojuzgar con signos la cadencia
que pasa de ser música a lectura.
(7 de Enero – 2000)
Elevación (DXXI)
Liviano andar sobre los ignorados
pies de los que tampoco sabe el suelo,
sentida el alma como el libre vuelo
de los ojos que en lo alto se han quedado.
Bogavante del aire. Ensimismados
engranajes de un mismo pensamiento
clavan endrinos dientes en el viento
que de una obscura nube se ha soltado.
Apréndese a decir lo aún no sabido,
y la palabra sabe lo que ignora
la mente. Hay un lugar. Ya se ha llegado.
Tiene eso familiar de lo perdido
que no se tuvo nunca. Redentora
sensación abre el pecho desatado.
(11 de Mayo – 2000)
(sin título – DCCCX)
Esto que ahora la palabra tiene
en su río de palabras sucesivas,
afluente de las aguas que lo esquivan,
en la página en blanco se mantiene.
Deseoso de decir, de decir nada
empuja por los ciegos corredores.
El eco no me salva. Sucesores
mis signos son de voces olvidadas.
En el silencio crece la escritura,
abalorios de una cuenta infinita.
Leído no seré. Lo que repitan
los que hoy han sido ayeres no perdura
más que en deseo de ser lo que no ha sido
en las semipalabras que he perdido.
(sin fecha)
(sin título – DCCCXLII)
Esto que el algo indica entre los cauces
que propios no le son corre en un río
bebido por innúmeros desvíos
hacia la voz inmóvil que los pause.
Se determina un poco y se aparece
mudando vaguedad por lo preciso,
pierde el allá en el cerca lo indiviso
astillando el acá donde acontece.
Su estar es menos, siendo definido,
aunque le otorgue el límite presencia.
Está en la gota el mar no traducido.
La nave de la letra en la cadencia
deja al hundirse heridas que han querido
de nuevo en lo no estando su existencia.
(4 de Mayo – 2006)
GUILLERMO MATTHEWS
sábado, 28 de junio de 2008
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